lunes, 24 de marzo de 2014

Anexo tontil

Estando inmerso en la gloria de unas fechas que a través de estallidos de azahar nos señalan la proximidad de la luna del parasceve; un servidor, que es el tonto que todo lo lee, se ha rodeado de “tontos de capirote” guiado por la pluma insigne de Paco Robles en un libro que nació allá por el año 1997. Sé que quizás sea un poco tarde, mejor eso que nunca, cuando he disfrutado riéndome de quienes vivimos por y para una Semana, ¡qué Semana! Un libro en el que he ido colocando otros nombres a quienes poco a poco ha ido señalando este ilustre sevillano, incluso creyéndome ubicuo por veces; a la vez que pensando en otros posibles tontos, suficientes como para hacer una segunda parte, o incluso una tercera… Pero hay uno que inexorablemente falta a esta primera entrega, por ello me he permitido el lujo de crear este anexo:

- El tonto buscatontos -

Observándolo todo, fijándose en todos los detalles transita de cofradía en cofradía, y tira porque le toca. José Gagá Bobatel y Jumento es un Licenciado en Historia, Cultura y Tradición de Sevilla por la Universidad Callejera Hispalense. Con su buen hablar, se señala a sí mismo como portador de la sabiduría popular sevillana desde la barra de cualquier altar donde a base de rubios latigazos se rinde pleitesía a la Santa Cruz del Campo. Si hubiese un guión para definir al cofrade perfecto, al lado habría una foto suya porque todo lo referente a esta bendita ciudad que duerme a orillas del Guadalquivir lo ha experimentado.

Transpira un aire superior a la chabacana ignorancia que impera a su alrededor. Nadie le puede discutir nada, menos aún en temas cofrades, y/o cofradieros, porque ha hecho todo lo que cualquier persona puede en este inefable mundillo de las cofradías: sabe como erizar el vello en cualquier pregón con sus paupérrimas palabras vilmente voceadas, bajo las trabajaderas de cualquier paso tiene la potestad de medir la chicotá perfecta para hundir a la cuadrilla, realiza deslumbrantes innovaciones que sólo él comprende en el montaje de altares, destila un rezumado gusto a la hora de elegir repertorios que machacan el oído de cualquiera que no sea aficionado a los pitidos de atascos,…

Este hombre se siente un chiquillo por muchas canas que peine y no tiene novia porque no encuentra mujer alguna que sea capaz de seguir la altura intelectual de sus comentarios, ni de aguantarlo. Pero a él eso le es indiferente, porque en su continua investigación de la sabiduría popular sevillana ha decidido hacer un doctorado en sevillanía consistente en poner nombres y apellidos a los personajes del libro del tonto de los tontos. Es una ardua tarea, pero ya tiene a bastantes localizados: el tonto de la procesión, el tonto de la norma, el tonto del costal… e incluso para algún que otro caso tiene varios ejemplos posibles, por lo que está perfilando convenientemente cual se adapta mejor al caso concreto del libro. El único tonto que no ubica es el que a él lo representa pero eso es algo normal, porque él de tonto no tiene ni un pelo. Por eso, espera pronto acabar su investigación y obtener el Summa Cum Laude otorgado por la ranciedumbre suprema que preside aquel que tantos tontos sacase a la luz.

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