jueves, 31 de octubre de 2013

Jalogüín

Por uno y otro lado, en estos días se recuerda una y otra vez la famosa fiestecita de jalogüín, por lo que me he puesto a buscar un poco de documentación sobre dicha fiesta y sus orígenes, sus disfraces y sus tenebrosas calabazas… Uuhhhh ¿Estás dispuesto a seguir con la lectura? Podrías morir en el intento mientras brujas y vampiros se alimentan de tus entrañas. Quedas advertido de que llegará Iker Jiménez con su programa y rematará una noche fantasmagórica de miedo y terror… Uuhhhh.

¿Estás seguro? ¿De verdad vas a seguir leyendo? Bueno, quien avisa no es traidor… Según leo, allá por el siglo IV, la iglesia siria dedicaba un día a festejar a todos los mártires. Tres siglos más tardes, el Papa Bonifacio IV (615) renombró un templo romano dedicado a todos los dioses (panteón) dedicándolo a “Todos los Santos”, en alusión a todos aquellos que había muerto por su fe. Inicialmente dicha festividad se celebraba el 13 de mayo, pero fue el papa Gregorio III (741) quien la modificó al 1 de noviembre, que era el día de la dedicación de la capilla de Todos los Santos en la basílica de San Pedro en Roma. Más tarde, en el año 840, el Papa Gregorio IV ordenó que dicha fiesta se celebrase universalmente. Como toda fiesta mayor de la iglesia, también se celebraba su vigilia vespertina, casualmente la noche del 31 de octubre. Esta vigilia de la fiesta de Todos los Santos se tradujo al inglés como “all hallow´s eve” (Víspera de Todos los Santos). Con el paso del tiempo, su pronunciación fue cambiando primero a “all hallowed eve”, posteriormente a “all hallow een”, para terminar con el actual “halloween”. Así que parece que tampoco está tan alejada de la tradición católica esta fiesta.

Pero entonces, ¿de dónde viene el tema de las brujas, calabazas, miedo…? Sigo indagando y me encuentro con la tradición celta, concretamente la fiesta del Samhain (fiesta del final de la temporada de cosechas para los celtas), que era considerada como el año nuevo celta. Los antiguos celtas creían que la línea que dividía el mundo de vivos del de los muertos se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus (tanto benévolos como malévolos) pasar a través, siendo los ancestros familiares invitados y homenajeados mientras los espíritus malignos eran ahuyentados. Se cree que el uso de máscaras y trajes se corresponde precisamente con ahuyentar los espíritus malvados tomando su apariencia para evitar ser dañados. Por lo tanto, también tenemos el origen de las brujas y las noches malditas en cada 31 de octubre.

Así, si cogemos un poco de tradición celta y la picamos finamente en las tierras de Irlanda y lo batimos junto a una salsa cristiana que se ha preparado a posteriori, obtenemos un fantástico coctel tradicional que mezcla el paganismo con la religiosidad, listo para ser servido; cosa que hicieron los irlandeses en EEUU y Canadá allá por 1840 durante la Gran Hambruna Irlandesa. Después poco a poco se fue implantando y progresando la fiesta hasta que degeneró en lo que actualmente hay: Una fiesta más cercana al paganismo que al cristianismo, totalmente impuesta desde la política de mercado común de algunas multinacionales en su intento de gobernar el mundo por encima de los gobiernos, desde la torpe ideología de las personas que siguen sus reclamos publicitarios.

“Truco o trato”, la fiestecita de disfraces, una terrorífica película de miedo o una voz tenebrosa que retumbe en las penumbras mientras… ¡Venga ya! Comprendo perfectamente a los chiquillos que se lo pasan bomba disfrazándose y pegando sustos o recibiendo caramelos, ¿pero los mayorcitos? Suficientes tradiciones y cultura tenemos en nuestra tierra como para importar una tradición que para nosotros no tiene fundamento alguno. ¡Tengamos un poquito de por favor! No nos dejemos engatusar por la multitud de intentos con los que las multinacionales norteamericanas quieren que olvidemos nuestra cultura y adaptemos la suya, una cultura sin arraigo y vacua en esencia de identidad, con la que están queriendo conquistar poco a poco el mundo en una guerra pacífica de la que parece que nuestros dirigentes no se quieren percatar. Una vez leí que ningún país donde hubiese triunfado la cadena de comida basura que tiene por icono a un payaso multicolor había planteado problemas a EEUU debido precisamente a eso, a que estaban invadiéndolos poco a poco. Pero no una invasión física, sino una invasión en las tradiciones y costumbres, en las formas de pensar de la gente, una invasión sin dolor aparente, sino mostrando las maravillas de un mundo que las películas de Hollywood relatan en su constante goteo invasor como un universo superior lleno de oportunidades y libertad, donde nunca falta la referencia patriótica y emotiva a la banderita de barras y estrellas en un momento cumbre del filme.

Así pues, visto lo visto, sólo pido una cosa: pensemos qué somos y qué queremos ser.

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