miércoles, 29 de febrero de 2012

Desde los balcones de Coímbra...

Poco a poco, sigo con mi intención de ir aprovechando el tiempo libre que tengo para ir conociendo esta preciosa parte de Iberia que muchas veces los españoles ignoramos. En esta ocasión el lugar a descubrir ha sido Coímbra; ciudad universitaria por antonomasia en Portugal, pues no en vano en ella reside una de las universidades más antiguas de Europa.

Situada a casi una hora de tren desde Aveiro, esta hermosa y antigua villa repleta de hermosas callejas paso a paso fue capaz de encantarnos mientras íbamos descubriendo el precioso artesonado de sus frías iglesias e investigando los maravillosos rincones que esconde su universidad; institución que refleja perfectamente la altura de miras de quienes decidieron apostar por la educación hace tantos años… pues no en vano, se halla ubicada en la cima de la colina sobre la que se sitúa esta ciudad a orillas del río Mondego y enormes son las cuestas que hay que subir para acceder a la universidad; aunque alguno de los que me acompañaban está en tan buena forma que incluso pensó que acabábamos de bajar cuando el resto estábamos casi ahogados tras ascender por una de sus pendientes. Salvando la sorpresa que entre nosotros produjo la gran anchura del mayor de los ríos que transcurre sólo por tierras lusas, el resto de la ciudad es como casi todas las ciudades portuguesas; pequeña y recogida, perfecta para verla en un día, además de melancólica y tranquila, respirando la serenidad de un fado.

P.D. Sí, Coímbra es maravillosa, pero el mejor de los recuerdos que de ella me traje no fue la típica sudadera de su universidad, tampoco la imagen de la hermosa sepultura del que fuera el primer rey de Portugal, ni tan siquiera la tranquilidad de un paseo junto a las aguas del río Mondego; sin duda alguna, lo mejor de Coímbra para mí ha sido la compañía y poder conocer la ciudad junto a mis chavales, que han aprovechado el puente del día de Andalucía para visitarme.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Miércoles Ceniza

“Hoy la memoria escoge
el camino más corto para herirme.”
Rafael Montesinos.
Si fuese un miércoles normal, como cualquier otro día, estaría realizando cálculos computacionales con la ecuación de Schrödinger aquí en Aveiro y mi olfato no añoraría el sutil aroma de una nube que inundará la parroquia visueña esta noche en el primer día del Triduo al Cristo del Amor. Si esta fuera una noche cualquiera, no echaría en falta el frío que hará en el rectorado de la universidad de Sevilla durante la igualá de los estudiantes. Si de cualquier miércoles del año se tratase, hoy mi paladar no saborearía como amargo cualquier dulce que no se trate de una maravillosa rebanada de pan rebosante en miel y con suave regusto a vino. Pero no, hoy es miércoles ceniza, fecha que marca el inicio del fin de la espera, día ansiado por todos los cofrades… Y como este año un servidor se halla en Portugal; ni tan siquiera el bacalao, rey de la cocina portuguesa, ha conseguido taponar la herida que la memoria hoy ha conseguido hacerle.

lunes, 20 de febrero de 2012

Cartel de la Semana Santa Visueña

Sabía que Eulogio, autor del mejor cartel patronero para mi gusto, no iba a defraudar y aquí tenemos el resultado; un espectacular cartel que define completamente el sabor de la cofradía de la madrugá visueña:


(imagen tomada de: http://elpavero.blogspot.com/)

La presentación de este cartel significa que este miércoles es el primer día del Triduo al Santísimo Cristo del Amor, mientras yo me encuentro a 700 km en Aveiro. ¡Ay!, ¿quién me lo diría a mí? Pero bueno, me queda el consuelo de que en tres semanas estaré nuevamente en los Alcores disfrutando plenamente de la cuaresma.

Desde los balcones de Oporto y Braga...

Aún a sabiendas de que muy próximamente retornaré allí cuando vengan mis chavales a visitarme; no he podido resistirme a realizar una rápida escapada hacia la majestuosa orilla de la desembocadura del Duero, y allí me planté en una inusual expedición (no sé cómo definir una excursión formada por un polaco, una francesa, una mejicana, dos brasileñas y servidor, un español) tras una hora observando la variedad del campo portugués mientras me encaminaba en tren hacia el más claro referente de las viñas portuguesas.

A pesar de que la embaucadora melancolía portuguesa y sus constantes azulejos artesanos ya no me resultan algo nada extraño, nada más llegar me maravilló la estación de São Bento y sus geniales estampas referentes a la historia del país. Una vez en la calle, ante mí se ofrecía una urbe distinta y con una personalidad muy definida; no pudiéndola asemejar a ninguna de las que conozco, ni tan siquiera Lisboa, la capital del país luso, aunque quizás puede que la acertada definición de uno de mis acompañantes definiéndola como una ciudad portuguesa con acento británico pueda ser una muy buena aproximación.

Para no perder detalle, rápidamente buscamos alojamiento el insólito grupo y, así, poco a poco, fuimos quedando encandilados con la cuidad, sus puentes, sus vistas, sus iglesias… y como no, con sus vinos; visita (evidentemente con degustación) incluida a la bodega de una de las grandes firmas de ese dulce vino mezclado con brandi al que la ciudad ofrece su nombre.


Estuvimos sólo una noche y evidentemente no nos dio tiempo a ver todas las maravillas que Oporto ofrece, mas nos importaba más bien poco, pues es un destino muy fácilmente accesible para nosotros. Por ello, al día siguiente, tras otra horita de tren y con el grupo algo reducido, nos dirigimos a Braga; ciudad que reza según el dicho portugués. Y evidentemente, como casi todos os imaginaréis, disfruté muchísimo en dicha visita; en la cual en más de una ocasión me acordé de algún que otro amigo mío dada la monumentalidad de las iglesias de la capital de la provincia portuguesa del Minho. Pero, si algo me gustaría reseñar de las iglesias de dicha ciudad, sin duda es la majestuosidad de sus órganos. Como os figuraréis, muchos son los lugares sagrados que veo cada vez que hago algún viaje; pero no estoy acostumbrado a ver tal cantidad de órganos que, al menos visualmente, sean de tanta calidad (sólo pude comprobar de forma auditiva el de Sé Catedral durante una muy concurrida misa a la que tuve el gusto de asistir).

Hasta aquí mis aventuras portuguesas por ahora, ya próximamente relataré cómo pongo los cuernos a Cádiz yéndome al carnaval de Ovar o cómo redescubro Oporto junto a mis chavales, que ya están al llegar… Tchau.

domingo, 12 de febrero de 2012

Cartel de Semana Santa 2012

Poco a poco, son barreras que van cayendo y desde tierras portuguesas, embriagado por los carnavales gaditanos (la hora de menos es muy ventajosa a la hora de seguir el concurso del Gran Teatro Falla), me encuentro con que Sevilla ya tiene cartel que anuncie su grandiosa Semana Santa:



Obra de Dubé de Luque; he aquí un cartel en el que aparecen perfectamente conjugados el Señor de Pasión, el misterio de los Servitas (como era de esperar) y la Esperanza por el interior de las naves catedralicias vista desde la puerta de los palos. Quizás sea porque en teoría es el perfecto cartel sevillano y no hay nada que objetar sobre él, pero yo lo encuentro bastante insípido y falto de transmisión. Será que no entiendo de arte, pero es la impresión que me causa.

martes, 7 de febrero de 2012

Uma nova aventura

Dos meses han pasado desde mi último asomo a este pequeño rincón de internet. Dos meses en los que no he tenido tiempo para muchas cosas; entretenido en estudios, roscos navideños con excursioncita a Almendralejo incluida, pequeñas escapadas, alguna que otra igualá para tomarles el gusto este año y preparativos del maravilloso viaje en el que me hallo inmerso… Y ahora, viviendo entre el nerviosismo y la alegría, me dispongo a descubrir las maravillas que me ofrece Aveiro, una ciudad costera del norte de Portugal poco mayor que Alcalá de Guadaíra.

Parece mentira pero sí, ahora cuando está a punto de llegar la cuaresma y puede que cualquier día amanezca Sevilla inundada de azahar, es cuando a mí me ha tocado comenzar esta aventura que me tiene tan ilusionado.

Qué largo el camino hasta aquí; casi 7 horas de tren, trasbordo inclusive, desde Faro. Qué corto el camino hasta aquí; tiempo en el que no sé cuántas veces me habré preguntado si no estaba loco por venir a un lugar en el cual no tengo la más remota idea del idioma, igual que tampoco sé las veces que me he fascinado mientras descubría los más insignificantes detalles…

En cuanto a la ciudad, poco a poco desde aquí os la iré descubriendo mientras me quedo fascinado con sus encantos; pero para comenzar os dejo una imagen de lo primero que vi a mi llegada, la estación de tren: