sábado, 10 de septiembre de 2011

Una década

Sí, una década se cumplirá mañana desde que, tranquilamente sentado para almorzar, me disponía a tragarme la sarta de embustes maquillados que proliferan en abundancia por los distintos informativos televisivos cuando la comida quedó suspendida en el tenedor hasta enfriarse.

Como siempre por estas fechas, entusiasmado estaba el Viso en la víspera del Dulce Nombre de María. Pero ese año fue distinto, el tema de conversación en los chocolates no fueron las fiestas porque el mundo había quedado perplejo y no existía otro posible en esos momentos. Todo debido a que ese 11 de septiembre fue el día que dicen que cambió el mundo y dio finiquito al siglo XX. ¡Y tanto que lo cambió! Diez años han pasado desde que unos novatos pilotos de avionetas fueron capaces de dirigir grandes aviones comerciales con una precisión que dejó impactados a los controladores aéreos. Dos lustros se cumplen desde que el pueblo americano, atónito y compungido, vio el ataque sobre uno de sus más queridos símbolos. Una década de esta imagen que resumen perfectamente lo que ese día aconteció: la estatua de la Libertad ahogada por el humo que despedían las Torres Gemelas.



Conociendo al pueblo americano mejor de lo que él mismo es capaz de conocerse, en una magnífica obra de ingeniería de automatismos sociales cuatro aviones fueron: El primero para llamar la atención sobre el acto, el segundo para impresionar y sobrecoger a todos con el impacto en directo, el tercero para insinuar que no tenían suficiente capacidad de control por lo que necesitaban más, y el cuarto para exaltar el heroísmo patriótico del ciudadano estadounidense.

Muerto ya Osama Ben Laden, destruida la cúpula de Al-Qaeda, invadidos Irak y Afganistán; ¿Qué queda que perder en post de esa supuesta Libertad? ¿Cuándo se desvelarán estos tantos interrogantes que aún quedan en el aire?... Lo dicho, diez años hace que cambió el mundo para que se perdiesen muchas libertades y todo siguiese siendo igual.

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