miércoles, 16 de julio de 2008

Requiem por un trabajador asesinado

Este artículo carecería de significado si sólo y únicamente se hubiesen robado esos míseros 100.000 € a unos vigilantes de seguridad que tuvieron el error de dejarse llevar por la confianza de estar en un lugar tranquilo en el que nunca pasa nada. En aquella época en la que solía suplir a mi madre al frente del puesto de verduras, los había visto pasar por delante mía con bolsas de dinero atravesando la Plaza de Abastos de Santa Marta en innumerables ocasiones. Su forma de operar era siempre la misma; Venían tres vigilantes, aparcaban el furgón amarillo en la zona de carga y descarga que tiene la Plaza de Abastos en salida junto a la calle Corredera. Uno de ellos se quedaba en el interior del blindado custodiándolo y los otros dos, cruzaban el mercado en dirección a la sucursal del Santander que se encuentra en la calle Real. Siempre en torno a media mañana, antes de las 12:00. Para el asesino no ha debido ser un trabajo demasiado complicado, tan sólo hubo de observar detenidamente el modo de operar de los confiados trabajadores de seguridad y atacarlos en el momento oportuno. En definitiva, lo único que ha necesitado ha sido la suficiente falta de humanidad como para atentar contra la vida de una persona a conciencia y premeditadamente.
"La Vida Humana está por encima de todas las riquezas del mundo"; Tomás Moro en su libro Utopía (1516) pone en voz de un viejo marino esta frase, desgraciadamente en este caso viene como anillo al dedo. La vida de un trabajador ha sido segada sin escrúpulos y a sangre fría. Tal vez por unos eurillos con los que quitarse el mono un buen tiempo. Tal vez porque el robo sea su forma de ganarse la vida, aunque conlleve hacérsela perder a otras personas. Sea cual fuere el motivo, no existe posible justificación ante tal desprecio a lo más bello que existe en este ruin mundo. Este crimen es como cualquier asesinato cometido por los terroristas de ETA, por los integristas islámicos o los nazis en Auschwitz; todos y cada uno de ellos demuestran lo mismo. ¿Qué diferencia existe entre Rudolf Höss, director de Auschwitz hasta 1943, y el atracador de la víspera de la festividad de la Virgen del Carmen? Ninguna, ambos han demostrado una total falta de piedad y un nulo aprecio por la vida.
Aún así, lo peor de todo es que cuando cojan al monstruo que ha realizado tales crímenes, lo encarcelarán y al poco tiempo saldrá por buena conducta, por haber estudiado una carrera en la cárcel o por cualquier causa de una índole totalmente deprabable, dado que el fin será su libertad, cosa que no merece. Si mal no recuerdo, Höss fue ahorcado en Auschwitz por los crímenes que cometió, pues idéntico castigo daba yo a quienes atentan deliberadamente contra la vida en España, llámense etarras o pistoleros en motocicleta. Quien no aprecia la vida, no merece disfrutarla.

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