lunes, 10 de marzo de 2008

Con veinte años de retraso

Dicen que era el mejor futuro pregonero y, afortunadamente, ya ha dejado de serlo.
Dicen que su pregón viene con veinte años de retraso, bendito retraso que ha permitido escuchar el pregón de labios de tan ansiado pregonero a quienes casi no habíamos nacido cuando ya debía haber sido el encargado de narrar las maravillas de la Semana Santa Hispalense.
Dicen que el cargo le ha venido pequeño, que es mucho pregonero para tan poco pregón.
Dicen que no hacia falta que lo nombrasen pregonero, que desde su Recuadro del ABC lo tenía más que escrito, pues desde allí ha hecho artículos suficientes para llenar varios pregones a Sevilla y su Semana Santa, como ha sido demostrado en el texto del mejor pregón que de labios de un pregonero muchos hemos podido apreciar.
Dicen que era uno de los olvidados junto a Romero Murube, Rafael Montesinos o Rafael Laffón, y de la mayoría de los poetas no fueron pregoneros se ha acordado en su pregón.
Dicen que es un sevillano clásico, y ha innovado eligiendo Pasan los Campanilleros como marcha de su pregón.
Dicen que es dual, como todo lo bueno que tiene Sevilla, pues tiene el corazón dividido entre Hispalis y la Tacita.
Ya da igual lo que digan; porque Don Antonio Burgos nos ha endulzado el comienzo del fin de la ansiada y gustosa espera en la que siempre vivimos los sevillanos con una maravilla de pregón que ha saciado la gula de los cofrades de Sevilla con un texto que ha hecho las delicias de macarenos y trianeros, de los nostálgicos de esa Sevilla romántica de la que cada vez nos queda menos, de las gentes del pueblo, y de todos en general, demostrando así por qué era el mejor futuro pregonero que tuviese Sevilla. Ya sólo queda decir las palabras de Carlos Herrera: "A la gloria, a la gloria, sevillanos, a la gloria de una Semana que cuenta el tiempo al revés"; porque cuando querramos darnos cuenta estaremos en San Lorenzo oyendo el chirriar de una puerta con el trasfondo del quejio de unas campanas que nos dicen que todo se ha acabado y que lo que nos queda es el dulce sabor que deja en el alma la Semana Santa de Sevilla.

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